Tarde o temprano, todos los pueblos del mundo se dieron
cuenta de que, trascurrido cierto tiempo, las estaciones solares repetían su
cauce luminoso. Los cultivos volvían a crecer y las lluvias retornaban para
regar las nuevas semillas. Así, el hombre fue constatando el eterno retorno
hacia el punto inicial.
Hace 4000 años los babilonios vieron en esta repetición de
las estaciones un motivo digno de celebrarse e instauraron un ciclo festivo que
dejaría corta la juerga más movida de nuestra época: eran 11 días de
celebración, que comenzaban cuando la primavera describía sus primeros trazos
entre los jardines colgantes de Babilonia.
Los egipcios también recibían con algarabía las señales que
preludiaban el nuevo año. Su rostro se tornaba festivo cuando llegaba el
ansiado momento en que el río Nilo empezaba a crecer y el caudal se hacía
propicio para la siembra. Entonces, la tierra era labrada con confianza en los
tiempos venideros.
Desde siempre, el nuevo año ha significado el festejo de un
triunfo inexistente, una victoria que se desea pero aún no ha ocurrido, un
elogio a la esperanza que se renueva cada 365 días.
En las diferentes culturas de todos los tiempos los cambios
de ciclo han llevado implícitos ritos en los que se demanda salud, amor y
dinero; los tres pilares básicos de la felicidad del hombre. Por eso, no es extraño
encontrar ritos ancestrales, propios de cada cultura y pueblo, que busquen la
felicidad, el éxito y la abundancia.
Por tal motivo no quiero dejar pasar la ocasión y desearos
que la despedida del viejo 2012 sea un momento más de alegría y diversión y que
el NUEVO 2013, a pesar de la crisis que nos está achuchando, sea un año que colme nuestras aspiraciones, mejore las relaciones y tengamos un mundo más
solidario. Desde aquí desearos que vuestras salidas en moto sean motivo de
satisfacción y disfrute, sin percances que lamentar.
¡Ojo ahí afuera y siempre por lo negro!
FELIZ 2013
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